Historia y leyendas
La Costa da Morte está marcada por leyendas y mitos desde el principio de los tiempos, pues ya en el Imperio Romano era considerada el fin del mundo. Finisterre, o `Finis Terrae´ suponía para los romanos el fin de la tierra, dónde el sol se hundía en el extenso océano Atlántico.
No muy lejos de la creencia romana, esta costa ha sido siempre un lugar de culto y veneración para los pueblos que en ella habitaron con anterioridad, como los celtas quienes realizaban cultos al sol.
Otra parte de la historia por la que es conocida esta costa gallega son los numerosos naufragios que en ella sucedieron. Su mar embravecido por los temporales que asolan la costa y su fondo rocoso, han provocado, según cuentan,más de 640 naufragios desde la Edad Media, sin contar todos aquellos que no habrán sido documentados. En sus fondos reposan todo tipo de embarcaciones, desde naves romanas, bergantines, galeones, veleros, pesqueros, submarinos, fragatas... hasta potentes mercantes y petroleros.
Sin embargo, el nombre que recibe esta zona de Galicia no fue acuñado por ningún gallego, sino que fue la escritora Annette Meaking, amiga de la Reina Victoria, mujer de Alfonso XIII, quien a finales del siglo XIX le dio la denominación de `Coast of Death´.
Muchas son las leyendas sobre los barcos naufragados en esta costa. El investigador Rafael Lema recoge en su catálogo de naufragios un total de 1800 barcos hundidos en el litoral gallego y de los que casi la mitad se localizan en Costa da Morte. Los primeros naufragios documentados a los que hace referencia Rafael Lema son el de la Nao Aragonés, embarcación que formaba la base de las flotas que aseguraban la navegación con Las Indias hasta la segunda mitad del siglo XVIII, de Pedro El Ceremonioso, en 1345; la urca alemana de Tideman Sticker, en 1378 y el barco irlandés del rey Moylurg, en 1455, que fueron registrados en las inmediaciones del cabo Fisterra.
Pero sin embargo, fue durante el último cuarto del siglo XIX y el primero del siglo XX cuando se produjeron en estas costas los naufragios más graves que afectaron principalmente a la marina inglesa y que acrecentaron su leyenda negra con el gran número de víctimas que el mar se llevó. Primero, en 1870, con el hundimiento en alta mar del 'Captain' de la Royal Navy, en el que fallecieron un total de 487 tripulantes, y unos años más tarde, en 1890, con el `Serpent´, un buque escuela de la Marina Inglesa y del que el mar se cobró 175 vidas. Los cuerpos recuperados de este último naufragio fueron enterrados en un lugar improvisado que hoy recibe el nombre de el `Cementerio de los Ingleses´.
No muy lejos de la creencia romana, esta costa ha sido siempre un lugar de culto y veneración para los pueblos que en ella habitaron con anterioridad, como los celtas quienes realizaban cultos al sol.
Otra parte de la historia por la que es conocida esta costa gallega son los numerosos naufragios que en ella sucedieron. Su mar embravecido por los temporales que asolan la costa y su fondo rocoso, han provocado, según cuentan,más de 640 naufragios desde la Edad Media, sin contar todos aquellos que no habrán sido documentados. En sus fondos reposan todo tipo de embarcaciones, desde naves romanas, bergantines, galeones, veleros, pesqueros, submarinos, fragatas... hasta potentes mercantes y petroleros.
Sin embargo, el nombre que recibe esta zona de Galicia no fue acuñado por ningún gallego, sino que fue la escritora Annette Meaking, amiga de la Reina Victoria, mujer de Alfonso XIII, quien a finales del siglo XIX le dio la denominación de `Coast of Death´.
Muchas son las leyendas sobre los barcos naufragados en esta costa. El investigador Rafael Lema recoge en su catálogo de naufragios un total de 1800 barcos hundidos en el litoral gallego y de los que casi la mitad se localizan en Costa da Morte. Los primeros naufragios documentados a los que hace referencia Rafael Lema son el de la Nao Aragonés, embarcación que formaba la base de las flotas que aseguraban la navegación con Las Indias hasta la segunda mitad del siglo XVIII, de Pedro El Ceremonioso, en 1345; la urca alemana de Tideman Sticker, en 1378 y el barco irlandés del rey Moylurg, en 1455, que fueron registrados en las inmediaciones del cabo Fisterra.
Pero sin embargo, fue durante el último cuarto del siglo XIX y el primero del siglo XX cuando se produjeron en estas costas los naufragios más graves que afectaron principalmente a la marina inglesa y que acrecentaron su leyenda negra con el gran número de víctimas que el mar se llevó. Primero, en 1870, con el hundimiento en alta mar del 'Captain' de la Royal Navy, en el que fallecieron un total de 487 tripulantes, y unos años más tarde, en 1890, con el `Serpent´, un buque escuela de la Marina Inglesa y del que el mar se cobró 175 vidas. Los cuerpos recuperados de este último naufragio fueron enterrados en un lugar improvisado que hoy recibe el nombre de el `Cementerio de los Ingleses´.
La obra de Rafael Lema cuenta además varias anécdotas como la del "Barco del Gato Capitán", una nave de cabotaje que, en 1945, soltó amarras un día de temporal y tras varias horas por la ría de Bergantiños, terminó encallando en un bajo de arena con la sorpresa de que en su interior solo estaba un gato, el gato capitán del barco.
En otra ocasión encalló en la costa otro buque inglés y cuenta la leyenda que un vecino que acudió a socorrerlo, al preguntar si necesitaban ayuda, el capitán entendió que le preguntaba por el nombre del barco, 'el Chamois', entendiendo el hombre que se trataba de un barco que traía un cargamento de bueyes (bois, en gallego). En pocos minutos llegaron al lugar decenas de vecinos con cuchillos y hoces dispuestos a dar buena cuenta de los supuestos bueyes ante la mirada perpleja y aterrorizada de los tripulantes ingleses.
A finales del siglo XIX encalla también en Malpica el 'Priam' y parte de su cargamento terminó desparramado por la playa. Entre los restos, los vecinos encuentran dos cajas repletas de relojes de oro y plata y otra gran caja que contiene un piano de cola, el cual, al intentar abrir la caja a machetazos, terminan destrozando.
Pero quizás, el naufragio más vivo y presente en la comarca por las implicaciones sociales que tuvo fue el del 'Nil', un mercante que encalló en la zona en 1927 repleto de enseres: máquinas de coser, telas, harinas, alfombras y hasta piezas de coche. La naviera propietaria del buque tuvo que contratar vigilancia privada y hasta a los carabineros pero, sin embargo, y pesar de la protección armada, los vecinos se las apañaban para rapiñar todo aquello que podían. Como anécdota, cuentan que uno de los cargamentos que llegó a tierra fueron grandes cajas de leche condensada y como los habitantes de la comarca no la habían visto nunca pensaron que se trataba de pintura, por lo que la utilizaron para engalanar sus viviendas sin tardar en darse cuenta de su error al ver los enjambres de moscas que tomaron la aldea.
Existe también una leyenda que cuenta que en las noches de temporal, con lluvias y niebla que impedían la visibilidad, algunos habitantes de las aldeas acudían a pasear a sus bueyes junto a los cabos, colgando de los cuernos de los animales farolillos encendidos que simulaban las luces de otras embarcaciones. Des esta forma, creaban confusión entre los patrones de los barcos, quienes se aproximaban hacia la costa e, inevitablemente, terminaban precipitándose contra los escollos, siendo luego saqueados por los lugareños.
En otra ocasión encalló en la costa otro buque inglés y cuenta la leyenda que un vecino que acudió a socorrerlo, al preguntar si necesitaban ayuda, el capitán entendió que le preguntaba por el nombre del barco, 'el Chamois', entendiendo el hombre que se trataba de un barco que traía un cargamento de bueyes (bois, en gallego). En pocos minutos llegaron al lugar decenas de vecinos con cuchillos y hoces dispuestos a dar buena cuenta de los supuestos bueyes ante la mirada perpleja y aterrorizada de los tripulantes ingleses.
A finales del siglo XIX encalla también en Malpica el 'Priam' y parte de su cargamento terminó desparramado por la playa. Entre los restos, los vecinos encuentran dos cajas repletas de relojes de oro y plata y otra gran caja que contiene un piano de cola, el cual, al intentar abrir la caja a machetazos, terminan destrozando.
Pero quizás, el naufragio más vivo y presente en la comarca por las implicaciones sociales que tuvo fue el del 'Nil', un mercante que encalló en la zona en 1927 repleto de enseres: máquinas de coser, telas, harinas, alfombras y hasta piezas de coche. La naviera propietaria del buque tuvo que contratar vigilancia privada y hasta a los carabineros pero, sin embargo, y pesar de la protección armada, los vecinos se las apañaban para rapiñar todo aquello que podían. Como anécdota, cuentan que uno de los cargamentos que llegó a tierra fueron grandes cajas de leche condensada y como los habitantes de la comarca no la habían visto nunca pensaron que se trataba de pintura, por lo que la utilizaron para engalanar sus viviendas sin tardar en darse cuenta de su error al ver los enjambres de moscas que tomaron la aldea.
Existe también una leyenda que cuenta que en las noches de temporal, con lluvias y niebla que impedían la visibilidad, algunos habitantes de las aldeas acudían a pasear a sus bueyes junto a los cabos, colgando de los cuernos de los animales farolillos encendidos que simulaban las luces de otras embarcaciones. Des esta forma, creaban confusión entre los patrones de los barcos, quienes se aproximaban hacia la costa e, inevitablemente, terminaban precipitándose contra los escollos, siendo luego saqueados por los lugareños.
Leyendas de ciudades sepultadas, supersticiones, santos que curan el «meigallo» (mal de ojo) o piedras que son «milagreiras»… El recorrido, que va desde A Coruña o desde la Ría de Noia y Muros hasta Finisterre, está jalonado de iglesias, naturaleza salvaje y aguas bravas.
Cuentan las leyendas que las temibles aguas de la Costa de La Muerte sepultaron en la antigüedad míticas ciudades, y cuentan las noticias, esta vez demostrables, que muchos barcos se han hundido en ellas.
Finisterre, el Fin del Mundo, observa día y noche el paso de innumerables barcos enfrente de sus costas. El mar de Finisterre, tempestuoso Atlántico, es cementerio de naves y hombres en decenas de catástrofes marítimas.
Cuentan las leyendas que las temibles aguas de la Costa de La Muerte sepultaron en la antigüedad míticas ciudades, y cuentan las noticias, esta vez demostrables, que muchos barcos se han hundido en ellas.
Finisterre, el Fin del Mundo, observa día y noche el paso de innumerables barcos enfrente de sus costas. El mar de Finisterre, tempestuoso Atlántico, es cementerio de naves y hombres en decenas de catástrofes marítimas.